La luz pulsada intensa (IPL por sus siglas en inglés) es la primera tecnología que se utilizó para la depilación definitiva y a la que actualmente se asocia el término de fotodepilación, si bien, siendo estrictos la depilación por láser también debería recibir esta denominación. Con ambas tecnologías el funcionamiento es el mismo: la depilación se realiza por fotodermolisis selectiva, es decir, mediante la aplicación de calor (hasta 70º C) a la base del folículo piloso para quemarlo, gracias a que la luz es captada por la melanina, que es el pigmento celular que da color al pelo y la piel.

Los aparatos de IPL realizan disparos de luz, a modo de flash, con una lámpara de xenón. Pero, a diferencia del láser, tiene una longitud de onda variable que permite la configuración del aparato para ajustarse a las características del pelo y la piel de cada paciente. Otra diferencia importante en relación al láser es que la emisión de luz no se concentra en un solo punto, sino que sale en distintas direcciones, lo que le permite abarcar una mayor superficie de piel en cada disparo.

La mayor eficacia depilatoria se obtiene en personas con piel clara y vello oscuro, puesto que la luz actúa allí donde hay una mayor concentración de melanina. Por tanto, no afecta a las canas, que carecen completamente de melanina, y su efectividad se ve muy limitada en el caso del vello rubio y pelirrojo, aunque en estos casos es superior a la del láser. No obstante, su eficacia depilatoria no depende prácticamente del calibre del vello, como sucede con la depilación láser.
          

    
La depilación con IPL aporta dos importantes ventajas. La primera es que permite tratar una amplia superficie en cada disparo, lo que reduce el tiempo necesario para cada sesión y facilita la depilación de grandes extensiones de piel, como es el caso del pecho y la espalda en los hombres. La otra es que su aplicación es prácticamente indolora y por ello es ideal para depilar las zonas más sensibles, como la cara, las axilas, la zona interior de los muslos o las ingles.

Antes de cada sesión se aplica un gel frío sobre la zona de la piel que se va a tratar y a continuación se activa la máquina de IPL y se realizan los disparos a una distancia de 1-5 mm de la piel. Cada uno de ellos destruye varios pelos y debilita otros. Los primeros se eliminan al retirar el gel y los otros se caen por sí solos al cabo de unos días. Sin embargo, hay que tener en cuenta que existen muchos folículos inactivos sobre los que no actúa la luz pulsada y que generarán nuevos vellos con el paso del tiempo.

De ahí que para obtener una depilación definitiva se necesiten una media de cinco sesiones espaciadas unos dos meses una de otra por término medio. El número de sesiones que necesitará una persona, no obstante, está sujeto a las características individuales: tipo de vello y piel, densidad del vello, extensión de la zona a tratar, estado hormonal, genética, etc.

También conviene realizar con posterioridad al menos una sesión de mantenimiento al año para eliminar el nuevo vello que haya podido salir.